Escrito por 21:11 Mundo

Honra Nobel a Krasznahorkai, autor ‘de prosa salvaje’

Cubierto de vómito y lodo, Futaki alza la vista mientras vacía la vejiga bajo una lluvia torrencial, y lo abruma de súbito el sentimiento de pequeñez y desamparo.

“Nacemos en un mundo cercado como una pocilga”, piensa el mecánico de la otrora cooperativa agrícola en la que transcurre Tango satánico (1985), “e igual que los cerdos que se revuelcan en su propio fango no sabemos con qué fin nos apelotonamos en torno a las ubres nutricias, para qué luchamos encarnizadamente en el barro, por llegar al comedero o, al atardecer, al lugar donde dormir”.Y aunque la pesadumbre arrecia mientras discurre que, también como los cerdos ultimados por el cuchillo del matarife, nadie puede anticipar su angustiante despedida, el ánimo cambia de pronto con la idea de que “este mundo caótico también había de atenerse a un sentido coherente”. Pero el consuelo es breve, pues de la nada comienza a fustigarse con insultos.Tal es el inquietante tono que recorre la primera novela del escritor y guionista húngaro László Krasznahorkai, un clásico contemporáneo cuyo éxito hizo despegar la carrera de quien este jueves fue reconocido con el Premio Nobel de Literatura 2025.

“Krasznahorkai está muy atento a la desesperanza, al desconsuelo que viene cuando nos vamos dando cuenta de que el futuro o aquello que se nos ha prometido como el futuro no llega. O sea, todo se va a acabar, todos nos vamos a morir, pero nos vamos a morir muy despacio”, elabora en entrevista el escritor Alberto Chimal.”Estamos obligados a vivir. Incluso cuando de veras estamos en una situación caótica, espantosa, terrible, estamos obligados a vivir cada segundo de ella”, agrega el autor de títulos como La visitante y La torre y el jardín.Calificado por Susan Sontag como “el maestro contemporáneo del Apocalipsis”, Krasznahorkai es artífice de un corpus literario que se nutre de la amargura y suele caracterizarse por el absurdo y lo grotesco.Pero en medio de todo ello hay una reafirmación importante.”Sí, podemos tener que vivir todo ese caos, todo ese dolor, todo ese sinsentido; pero también podemos retener, de alguna manera, cierta dignidad humana en el hecho de que somos conscientes de lo que nos está sucediendo”, subraya Chimal, con un especial énfasis en el lado más luminoso del húngaro.”A pesar de que sea un autor de pronto tan ominoso, tan lóbrego, Krasznahorkai jamás deshumaniza ni a sus personajes ni a nosotros que lo estamos leyendo”, opina el narrador mexicano. “Y eso creo que también es muy importante en esta época que es tan fácil para nosotros, para todo el mundo, reducir a otra gente a algo menos que humano”.Autor de una “obra convincente y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”, es como juzgó el jurado del Nobel al húngaro, quien entraña aquella afirmación nietzscheana del arte como redención ante la sentencia que reza: “Estirpe miserable de un día, hijos del azar y de la fatiga, (…). Lo mejor de todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugar es para ti: morir pronto”.Precisamente con la narración del colapso de Friedrich Nietzsche ante un caballo siendo azotado por su cochero, sobre quien posteriormente se concentra una trama de colapso cósmico, es como inicia El caballo de Turín (2011), la última de las colaboraciones entre Krasznahorkai con el cineasta Béla Tarr.Esta mancuerna, por la que el escritor pudiera ser acaso más conocido para algunos, también llevaría a la pantalla esa primera novela sobre la descomposición social y moral del campo húngaro tras el comunismo, con su título original, Sátántangó (1994), y casi ocho horas de duración.”Intenté verla, y creo que llegué a la tercera hora”, comparte el escritor Gabriel Rodríguez Liceaga, quien arribó a la literatura del húngaro por recomendación del poeta Cristian Peña, y sostiene que “una novela suya es a la vez una película tremenda de más de siete horas, lo que en estos tiempos de desatención es abiertamente radical”.”Sus libros siempre son auténticas aventuras de lectura, una prosa muy salvaje, que no se frena nunca, experimental hacia lo intrigante. Diría que incluso mística”, pondera el autor de La sombra de los planetas y Sismo entre simulacros.De larguísimas frases, casi sin puntos y capítulos que pueden ser un sólo párrafo ininterrumpido, la de Krasznahorkai no es una literatura sencilla ni se ciñe al ritmo vertiginoso del consumo cultural; “pertenece a esa tradición de autores que escriben desde la complejidad, sin concesiones”, afirma la ensayista y traductora Dulce María Zúñiga.”No es un escritor fácil; exige una lectura lenta, atenta. Su prosa te arrastra y te obliga a concentrarte. Tiene un punto de vista narrativo único y unos personajes inolvidables”, describe Zúñiga, rectora del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la UdeG, y parte del jurado que otorgó al húngaro el Premio Formentor de las Letras 2024.”Sus textos son densos, exigentes, pero de una precisión absoluta”, prosigue. “Aunque su escritura es de largo aliento, no hay una frase que sobre, ni una palabra mal colocada. Todo está ahí por una razón estética y filosófica”.A decir suyo, no es coincidencia que los últimos galardonados con el Formentor recibieran luego el Nobel -caso también de Annie Ernaux, en 2022-, pues “ambos premios reconocen a escritores que no responden a las reglas del mercado”.Al final, el anuncio del Nobel a Krasznahorkai, quien sucede en el palmarés a la surcoreana Han Kang, no ha sido del todo una sorpresa; “lo tenía en la quiniela, la verdad, y desde hace varios años”, cuenta Rodríguez Liceaga sobre el autor que resultara elegido por encima de algunos favoritos latinoamericanos, como el argentino César Aira, el chileno Raúl Zurita y la mexicana Cristina Rivera Garza.”Es una pena que nuestro Gobierno no presionó los botones requeridos para que se lo dieran a Cristina”, añade.”Acá en México nos habría encantado que ganara Cristina Rivera Garza; habríamos salido (a celebrar) al Ángel o algo así”, imagina por su parte Chimal. “Con suerte algún día sucederá, y el que una gran obra sea premiada con el Premio Nobel no le quita nada a las otras grandes obras de la literatura”.

Celebran a un autor hipnótico, profético y luminoso

A través de su prosa densa, envolvente y demandante, László Krasznahorkai lleva al lector por las profundidades de lo liminal.”El poder hipnótico de su literatura conduce al lector hacia lugares perdidos por la memoria cultural. Una antigua mentalidad surge en sus libros y renueva las dimensiones de un mundo que habíamos olvidado”, opina en entrevista el escritor y periodista español Basilio Baltasar.”Es una escritura elegante que penetra los espacios de una psique latente”, agrega el también director de la Fundación Formentor, quien presidió el jurado que premió en 2024 al autor originario de Gyula, pequeña ciudad en el sureste de Hungría, cerca de la frontera con Rumania.Krasznahorkai, de 71 años, era uno de los nombres que figuraba entre los principales favoritos a llevárselo en las listas que suelen circular días antes del anuncio.”La expectación en los círculos literarios era intensa, aunque lo mejor en estos casos es sentarse a esperar. La noticia ha producido en España una especial alegría; a pesar de ser un autor de minorías, es muy apreciado por su excepcional cualidad narrativa y por su singular personalidad”, afirma Baltasar sobre el húngaro que pudo expandir su quehacer hacia el terreno cinematográfico junto a Béla Tarr.”Las imágenes que vemos evocadas en las películas de Tarr me parecen una proyección de las voces, escenas y silencios que vemos en su obra literaria”, prosigue el español. “Fue un feliz encuentro entre el autor y el cineasta gracias, sobre todo, a la capacidad con que cada uno entendía el lenguaje del otro”.De paso por México hace menos de un año, Krasznahorkai convivió con lectores en la 38 Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, y tras su conferencia con auditorio lleno paseó por el centro tapatío, visitando incluso el Museo Cabañas.”Le gustó mucho Guadalajara. Fue al mercado de San Juan de Dios, habló con vendedores, observó los puestos; es un hombre muy curioso, muy atento a los detalles, como en sus novelas. Tiene esa sensibilidad que percibe lo invisible en lo cotidiano”, narra Dulce María Zúñiga.”Es una persona amable, cortés y paciente. Te sorprende que la profundidad de su literatura, su alambicada escritura, su visión casi metafísica, se refleje en una figura luminosa y casi transparente. Fueron unos días, los que pasamos en Guadalajara, muy agradables”, refiere, por su parte, Baltasar.Ha sido a gracias a las traducciones del filólogo chileno Adán Kovacsics para el sello español Acantilado como la obra del húngaro ha llegado a lectores en habla hispana.”Es una alegría enorme, y estamos felices por László, por la editorial y por el reconocimiento que supone esto a su labor como escritor y, bueno, a la idea de la literatura que tanto él como nosotros compartimos”, dijo a REFORMA Sandra Ollo, directora de la editorial independiente en cuyo catálogo también figuran autores de la talla de Stefan Zweig, Fernando Pessoa y Svetlana Aleksiévich, por mencionar solo a algunos.Con el anuncio del Nobel, que convirtió a Krasznahorkai en el segundo escritor húngaro en ganarlo, luego de que Imre Kertész lo recibiera en el 2002, no ha faltado quien vea en él a un novelista perfecto para los tiempos que corren dadas sus estampas de decadencia y colapso, con personajes que se aferran desesperadamente a promesas, apegos y mitos en medio del fracaso.”Al escritor le corresponde dar forma narrativa a sus cualidades proféticas -si las tiene, claro-. En el caso de Laszlo, es uno de sus más notables rasgos literarios”, destaca Baltasar.”Pero profetizar no es adivinar. Profetizar es ver lo que no ven los invidentes, una de las grandes misiones atribuidas a la literatura desde su origen. László anuncia lo que sucede ahora y aquí, aunque nadie se de cuenta. Ésa es la importancia de László”, concluye el director de la Fundación Formentor.